miércoles, 8 de enero de 2014

Herencia


Me contaste una historia tiempo antes
de que perdieras la memoria, desenvolviste
en mí las ideas de los árboles que pasan
las horas junto a un lago de sombrías
aguas quietas, apenas, habitadas por el
ruido del día callado que no sabe
de nombres ni de tristes novelas de amor
o de ternura fallida que se escriben
en el corazón de la ciudad o en la sala
de algún departamento dotado de anaqueles.

Contigo las horas sonaban a pesca con
caña flaca, las piedras me imitaban,
los párpados se detenían y no muy lejos de
nosotros –en nuestro pensamiento-
los hombres eran de yeso pulido... blanco.

Aquella historia siempre era la misma,
me entrenabas para ser buen hombre,
uno con historias en los labios y mis brazos
queriéndote abrazar porque yo no tenía
monedas que te hicieran seguir hablando.

Aquí, sentado tiempo después,
y ya lejos de tu memoria lúcida;
reavivo el patio de las garzas que vienen
a contarle una historia a sus hijos blancos
porque saben que para la próxima migración
no volverán acompañándolos otra vez.

David Corona, Puebla.
Foto: MaeC, "Mano".

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